“Lámpara es a mis pies tu Palabra y lumbrera a mi camino” Salmo 119:105
El vecino de Tomás tenía una hermosa huerta. Cultivaba batatas, lechuga, rabanitos, papas y toda clase de hortalizas. Muchas veces compartía con las personas del barrio parte de su cosecha.
Un día, el señor vio que Tomás lo observaba desde el patio de su casa, entonces lo invitó para que lo ayude a plantar algunos árboles frutales que acababa de comprar.
El niño aceptó contento la invitación y después de pedirle permiso a su mamá, salió feliz con su viejo mameluco, una pala y muchas ganas de conocer ese mundo nuevo que él sólo miraba desde el tapial.
El hombre se sintió contento por el entusiasmo de Tomás, así que sin perder tiempo pusieron manos a la obra.
— Yo lo quiero ayudar y también aprender — repuso Tomás a la vez que pasaba el rastrillo sobre la tierra donde habían decidido plantar el árbol.
Su vecino cavó un pozo, lo suficientemente profundo y grande como para enterrar con comodidad el árbol. Pero antes de esto, hizo a un costado otro hoyo, más pequeño que el primero pero unos centímetros más profundo.
— ¿Para qué sirve este agujero? – le preguntó extrañado Tomás al ver que sólo tenía un árbol en la mano.
Entonces el hombre buscó un palo no muy grueso y lo calzó dentro de la pequeña excavación, a la vez que le explicaba a Tomás.
– En este hoyo más pequeño, voy a colocar el palo tutor, que se usa para guiar el desarrollo de la planta.
Tomás observó con atención el trabajo, su vecino parecía una persona muy entendida en el tema.
Una vez que plantó el limonero, lo sujetó con una soga al palo tutor que había puesto junto a él.
– Así crecerá saludable, no se torcerá ni para un lado ni para otro. – le dijo a Tomás y continuó con la explicación – El palo tutor evitará que el tierno tronco del limonero, que aún es débil, se quiebre o se rompa cuando soplen los vientos.
Tomás, escuchaba con atención la enseñanza de su vecino mientras lo ayudaba con la tarea.
– Hemos terminado la obra – Exclamó el hombre que contempló satisfecho desde cierta distancia, el limonero –. Con la vida de la personas pasa más o menos lo mismo – Repuso imprevistamente el hombre.
– ¿Hay que atarlo a un palo como se hace con las plantas? – preguntó Tomás muy sorprendido.
– Con un palo, no – siguió conversando su vecino – pero para que un niño crezca correctamente, debe tener algo que lo guíe cuando no sepa qué decisión tomar. O que lo mantenga firme cuando vengan los problemas.
– Pero – dijo Tomás – ¿Qué puede guiarme y mantenerme firme en situaciones como esas?
– Solo hallarás esa guía en la Palabra de Dios, ella hará que no se tuerza tu camino. Te mantendrá firme y seguro y hará que tengas una abundante cosecha.
Ya pasaron varios años desde aquel incidente, ahora el limonero es un árbol grande que se levanta firme y derecho en medio de todas las plantas del huerto. El verlo, Tomás todavía recuerda la enseñanza: “La Palabra de Dios es como el palo tutor que te ayudará a crecer firme y fuerte para que llegues a dar los mejores frutos".
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