“Bienaventurado el hombre que siempre teme a Dios;Mas el que endurece su corazón caerá en el mal”
Proverbios 28: 14(RVR1960)
Hoy en día vivimos en un mundo cada vez más duro de corazón, en donde el amor, la paz, la benignidad, bondad, mansedumbre, entre otras brillan por su ausencia. Y es que la dureza de corazón elimina todo aquello que tenga que ver con lo antes mencionado.
La dureza de corazón tiene que ver con “cerrar” el corazón de manera que este no pueda producir cosas positivas ni para su prójimo, ni mucho menos para Dios, pues si no puedes ser sensible ante la necesidad humana que vez, ¿Cómo se podrá ser sensible a la Naturaleza Divina que no se ve?
La dureza de corazón elimina la fe, aquella fe que nos ayuda a seguir creyendo que todo es posible, la dureza mata la fe porque esta completamente cerrado a todo lo que tenga que ver con la vida espiritual.
Un corazón duro es un corazón que no quiere nada que ver con Dios o por lo menos no permite que Dios actué con completa libertad dentro de el. Y es que todos hemos tenido el corazón duro en algún momento de nuestra vida, pero que lindo es saber que cuando venimos a Cristo ese corazón duro dejo de estar cerrado y se abrió para recibir al Salvador de nuestra vida.
Pero aunque nos cueste creer, hay muchos corazones que pese a haber recibió a Jesús para que morara en el, se han vuelto a cerrar. Quizá al no ver sus peticiones cumplidas, quizá al desesperarse de no encontrar una respuesta, quizá una mala experiencia que marco su vida o alguien que quizá defraudo su confianza, o simplemente el acomodo espiritual lo ha llevado a tener un corazón duro y creerse que no necesita mas de Dios.
Y es que eso es dureza de corazón, cuando llegamos a un momento en donde creemos que no necesitamos de Dios porque las cosas que me están sucediendo son mías y por esa razón Dios no se tiene que meter en esto. Pero ¿Quién a dicho que tengo que seleccionar en que áreas de mi vida le permito a Dios actuar y en cuales no?, ¿Acaso Dios no es el Dueño y Rey de TODO?
La verdad es que en nuestra vida es como una mansión gigantesca llena de muchas habitaciones, que cuando venimos a Cristo tenemos que entregarle las llaves de la mansión para que el habite en ella. Pero lo cierto es que muchos de nosotros no le estamos dando las llaves de todas las habitaciones de nuestra vida, sino que seleccionamos en cuales Dios puede entrar y habitar, y en cuales no endureciendo nuestro corazón de esta manera para no permitir que Dios actué como El quiere.
Estamos en un tiempo en el que el corazón duro no es de ningún beneficio, estamos en los últimos tiempos en donde es necesario abrir nuestro corazón a Dios para que El actué en nosotros y nos guíe hacia toda verdad, ya no podemos darnos el lujo de seguir seleccionando en que cosas le permitiré a Dios en actuar en mi vida, y en que cosas no, es hora de rendirnos a El, pero para eso es necesario tener un corazón humilde.
Y es que el corazón humilde es la contraparte de un corazón duro, David entendió eso y por esa razón escribió: “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmos 51: 17)
Un corazón sensible es aquel que permite toda corrección, es aquel que siempre esta dispuesto a que Dios actué conforme a su voluntad y no conforme a la suya, es aquel que se deleita en la Palabra y que toma para si mismo aquellas cosas que necesita mejorar, es un corazón que reconoce su dependencia de Dios y sobre todo es un corazón que vive cada día con un solo propósito: AGRADAR A DIOS.
Amados, es hora de entender que un corazón duro jamás será agradable a Dios, si realmente nuestro propósito en la vida es agradar a Dios debemos comenzar a entender que la voluntad de Dios es que nuestro corazón sea un corazón sensible, humilde y sobre todo un corazón dispuesto a que Dios actué como El quiere y no como yo quiero.
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