¡Gracias, Dios, por la abundancia de tu misericordia! Tus misericordias son nuevas todas las mañanas (vea Lamentaciones 3:22, 23). Seguramente, separados de su presencia, sin su compasión y su buena voluntad de perdonarnos todo, llevaríamos vidas miserables, derrotadas y desgraciadas.
Cuando meditamos en la piedad de Dios y tomamos conciencia de cuánto nos perdona voluntariamente y de verdad, podemos mostrar piedad a otros de manera mucho más fácil. Las buenas relaciones son imposibles, a menos que seamos generosos con la piedad y el perdón. Ser misericordiosos simplemente significa que somos buenos con quienes no se merecen esa bondad. Hemos recibido de Dios bendiciones inmerecidas, y espera que nosotros demos a otros lo que hemos recibido de Él. Deje que la bondad de Dios fluya a través de usted, porque lo ha creado para que sea bendito y sea una bendición.
Jesús dijo que debemos perdonar a nuestros enemigos (vea Lucas 6: 37) y ser amables, haciendo favores de manera que las personas sean beneficiadas por ellos. De este modo, nosotros mismos demostramos ser como nuestro Padre del cielo, que es misericordioso, amable y bueno. Él prometió que no perderíamos nada y que nuestra recompensa seríagrande. Dios es nuestro Defensor, y siempre avanzaremos cuando hacemos las cosas a su manera.
La piedad de Dios es nueva cada mañana, y yo soy feliz, porque estoy segura de que uso la parte que tengo asignada cada día. Estoy agradecida por un nuevo, fresco comienzo todos los días. Dios desea la misericordia, no el sacrificio. Cuando cometemos errores, no quiere nuestro sacrificio. Jesús es el único sacrificio que alguna vez fue necesario. Quiere que nosotros admitamos nuestros errores, nos arrepintamos, y recibamos el perdón y la gracia. Cuando otros cometen errores y nos lastiman o nos ofenden, quiere que nosotros les demos misericordia y no requiramos sacrificios de ellos. Esto significa que no trataremos de hacer que la gente sienta culpa o pague por sus errores, sino que, en cambio, les daremos el regalo de la misericordia, así como nosotros mismos recibimos ese don de Dios.
Que seamos sabios para dar gracia hoy, porque ninguno de nosotros sabe cuánta misericordia necesitaremos mañana. Aprendamos a dar y recibir misericordia regularmente. Dejemos que la misericordia sea un estilo de vida para nosotros.
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