Hace unos años estaba yo en el consultorio de un contactólogo y en ese momento estábamos una señora joven con un nene de menos de tres años de edad. La mamá muy agradable y mientras conversábamos el hermoso niño jugaba con una pieza de cristal tallado, bastante pesada. En la cual había dentro pequeños trozos de cristales de colores y la transportaba de un lado a otro.
Yo le hice notar que era una pieza de valor y que si se caía podía lastimarlo por el peso y quebrarse en pedazos. La joven me dijo “YO SE LO DIJE Y NO QUIERE, SI SE LO SACO VA A EMPEZAR A GRITAR.” Bien yo no podía convertirme en la que le sacaba el juguete al niñito y que empezara a gritar. Por suerte alguien de adentro salió y se lo llevó y aunque la criatura lloró un poco todo terminó allí.
Me imagino que se darán cuenta que forma de educación le estaba dando esa madre a ese hijo que para que no gritara lo dejaba jugar con cosas peligrosas, ajenas. Es decir que se las daba ganadas porque gritaba. En nuestros días muchas madres no piden oración por el hijo o la hija que no les hace caso, que hace lo que quiere. Con todo respeto yo le pregunto a esa señora ¿cómo y cuándo comenzó esto?
Así como lo dice la Palabra “que tu si sea si y tu no sea no” Tu hijo no te va a querer menos porque le pongas límites. Los límites hacen de las personas hombres y mujeres fuertes que a su vez saben tratar a otras personas. El que no tiene límites es un mal alumno, un mal empleado, y alguien que no tiene idea de lo que es respetar a los demás.
Aprendamos a poner límites antes de que sea demasiado tarde. No hace falta de ninguna manera castigos físicos, pero si condiciones que en caso de no cumplir con lo debido no les permita hacer otras cosas. El enseñarle a nuestros hijos a comportarse es una forma de amar a nuestro prójimo.
MARCOS 12:31 “ Y EL SEGUNDO ES SEMEJANTE; AMARAS A TU PRÓJIMO COMO A TÍ MISMO.”
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