La familia del doctor y pastor don Eduardo Besson tenía una vieja cocinera en Neuchatel, Suiza.
Su hijo Pablo, una vez ordenado pastor, cierto día predicó uno de sus sermones que fue escuchado por la vieja cocinera. Esta, al volver a su casa y haciendo referencia al mismo sermón, le preguntó: “¿Lo siente usted?”.
Don Pablo, como comúnmente lo llamábamos, el campeón del evangelio de las Republicas del Plata, dejó sin respuesta la pregunta que le hiciera la cocinera, se puso de rodillas, y dijo al Señor: “¡Qué razón tenía la cocinera!”
A Don Pablo, como predicador del evangelio, la pregunta “¿Lo siente usted?” le fue como una luz que le sirvió eficazmente en la exposición de sus fogosos y penetrantes mensajes.
“¿Lo siente usted?” Esta pregunta debe resonar continuamente en el fuero íntimo de cada predicador del evangelio, y ocupar un lugar prominente en el corazón y en la mente de cada pastor.
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