LA CULTURA DE LA VIOLENCIA

LA CULTURA DE LA VIOLENCIA




La violencia se ha hecho un tema forzado, y todos somos afectados por ella.  La violencia nació con la humanidad. “Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levanto contra su hermano Abel y lo mató” (Génesis 4:4).  A partir de ahí, la especie humana ha vivido bajo los efectos de un síndrome indeseable, insoportable e ingobernable; de seres que maquinan y ejecutan sin inmutarse los más sangrientos hechos contra la humanidad. Se han sucedido en nuestro país con una frecuencia sorprendente en los últimos días.

Es una tendencia que se manifiesta en todos los órdenes de nuestra  vida cotidiana; en el trato con la pareja, con los hijos, con los compañeros de trabajo, con los vecinos; con casi todo el mundo. Se evidencia en nuestro vocabulario,  nuestras reacciones, nuestros gestos y maneras de tratar con los demás. Es como si la violencia fuese la norma de nuestra conducta. “Y se corrompió la tierra delante de Dios; y estaba la tierra llena de violencia” (Génesis 6:11).  Así describe el texto bíblico la condición del mundo en la antesala del diluvio universal. Y en medio de la tenebrosa situación que nos rodea Dios llama a la reflexión  y la ponderación de su Palabra: “Mira al pacto, porque los lugares tenebrosos de la tierra están llenos de habitaciones de violencia” (Salmos 74:20). La versión Popular dice: porque el país está lleno de violencia hasta el último rincón”  Y nos preguntamos: ¿De dónde vienen las guerras y pleitos entre nosotros?  ¿No es de nuestras pasiones, las cuales combaten en nuestro interior? (Santiago 4:1). La pasión por dominar, sobresalir, imponerse a toda costa, la inconformidad con la aceptación de los demás y no la nuestra, como fue el caso de Caín.

No puede haber paz mientras fabricamos armas destructivas; mientras el negocio de las armas prolifera; no hay paz mientras la seguridad personal sea asunto de quien porta el arma mas rápida. No puede haber paz en una sociedad irritada, que no tiene la capacidad de tratarse entre si. Nos peleamos por todo y con todos; nos irrita la espera y tenemos una mecha muy corta en nuestro trato con nuestros semejantes.  La impaciencia y la ansiedad dominan nuestra sociedad. Lamentablemente desde los niños hasta los viejos; todo parece conseguirse con gritos y protestas. “La razón no grita” dijo alguien; pero lo vemos en todas partes y como si fuese poco los programas de televisión proyectan lo mismo.  ¿Cómo podemos esperar una sociedad sosegada regalando armas de juguete a los niños, películas y juegos de guerra? Si sembramos viento cosecharemos tempestad. El cambio solo puede lograrse cambiando el corazón y sentir de la humanidad y eso solo es posible por medio del nuevo nacimiento propuesto por Jesús. “El fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz” (Santiago 3:18). El fin de la violencia llega cuando el evangelio deja de ser religión y se convierte en una relación; cuando el temperamento humano es transformado por aquel que dijo: “La Paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (Juan 14:17)

¡Shalom es PAZ!

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