Hay algo que cambio el día que decidimos entregarle nuestra vida a Cristo, además de que nuestros pecados fueron perdonados también nació en nosotros el deseo de agradarlo en todo. Pero no voy a negar que en ocasiones a pesar que tenemos el deseo de agradar a Dios terminamos haciendo lo contrario.
Y es que debemos entender que mientras nuestro espíritu se renueva en Dios, nuestros deseos carnales siguen siendo los mismos con la diferencia que ahora ya no vivimos para satisfacer los deseos de la carne sino para agradar a Dios en todo lo que podamos.
Debemos de entender que en el camino hacia agradar a Dios fallaremos muchas veces, pero ese no tiene que ser motivo para quedarnos allí tirados ni mucho menos para acostumbrarnos a fallar. Al contrario cada fallo que tenemos tendría que ser una experiencia de aprendizaje para no volver a caer en lo mismo.
Quizá hay días en los que te has propuesto agradar a Dios en algo específico que sabes que no lo has estado haciendo. Pero de pronto te encuentras en que volviste a fallar en lo que habías propuesto no fallar. En ese momento tienes dos opciones: Una, frustrarte por no lo lograr lo propuesto o empeñarte en intentarlo nuevamente para obtener un mejor resultado.
La vida cristiana es así, un conjunto de errores, lecciones, correcciones y aciertos. Tenemos que ir por la vida sabedores de que es posible que fallemos, pero más allá de quedarnos varados debemos proseguir adelante confiando en que Dios es quien cada día transformando nuestro ser.
El apóstol Pablo comprendía esta situación y por eso escribía: Filipenses 3:12-14 (RVR1960):"No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús".
Vivamos cada día viendo hacia adelante, no permitamos que los errores del ayer nos obstaculicen el camino. Reconozcamos con humildad nuestras debilidades y pidámosle a Dios que nos ayude a ser fuerte en medio de la prueba y si en algún momento tropezamos, tengamos la suficiente voluntad y determinación para ponernos de pie y seguir avanzando, porque de algo debemos estar seguros y es que nuestro Dios comenzó en nosotros una obra que terminará el día que nos reunamos con Él.
Filipenses 1:6 (RVR1960):" estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo"
¡Avanza sin mirar atrás porque Dios mismo está realizando la buena obra en ti!
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