La sensación de distancia que a menudo sentimos entre Cristo y nosotros es un engaño. Al entrar en los días de su presencia, el Señor eliminara esa falsedad. Su promesa es “en aquel día ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre, y ustedes en mi, y yo en ustedes” (Juan 14:20).
Las Escrituras nos dicen que Cristo es la vid, y que nosotros somos sus ramas; El es la cabeza, Nosotros Su cuerpo; El es el Señor y nosotros somos Su templo. Desde el principio hasta el fin, la Biblia declara al Señor quien vive no solamente en los cielos, sino que existe de manera perpetua en redentora unión con Su pueblo. El foco siempre presente de Su actividad es guiarnos a la unidad con el mismo.
Así, en todo lo que el Espíritu Santo vino a establecer en nuestras vidas, ya sea mediante virtudes o dones espirituales, Su máximo propósito es llevarnos a la presencia de Jesús. El Espíritu Santo obra incesantemente para establecer intimidad entre nosotros y el Señor Jesús. Alguien dijo alguna vez que intimidad significa “ve dentro de mí”.Intimidad significa secretos compartidos. El padre nos ve en lo secreto; El establece en nosotros el “lugar secreto de [Su] Presencia” (Salmo 31:20).
Esta unión con Cristo nos eleva a una relación personal, más que meramente académica, con la Palabra de Dios. Escuchamos la voz del Pastor hablando a nuestro espíritu, trayendo consuelo, corrección y dirección (Juan 10:27). No solo tenemos el privilegio de conocer las enseñanzas de Cristo, sino que a medida que crecemos, también discernimos el tono de Su voz en Su instrucción. Esta es la intimidad de corazón a corazón.
Escuchen Su maravillosa promesa:
"Yo soy el buen pastor; conozco mis ovejas, y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo lo conozco a El, y doy mi vida por las ovejas” (Juan 10:14-15).
Jesús nos dice, "Yo conozco a los míos, y los míos Me conocen,” ¿Que tan íntima es esta relación? La unión entre Cristo y nuestros corazones es de la misma calidad que la unión de Él con el Padre. Él dice, “como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre.”
Amados, hagamos del conocerle a El la búsqueda de nuestra vida. No aceptemos la ilusión de que Él está lejos de nosotros, porque Él mismo prometió: "He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28:20).
Señor Jesus, deseo conocerte en la manera más profunda posible, incluso en la profundidad que tú me conoces a mí. Llena mi vacio con Tu presencia y mis tinieblas con Tu luz. Atráeme en todo momento a una intimidad contigo. Amén.
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