¿Quieres la bendición de Dios?

¿Quieres la bendición de Dios?

La Biblia dice: “Si tú dispusieres tu corazón” (Job 11:13). La bendición depende de la disposición, del espacio que tenga para recibir la Palabra de Dios.

El Señor estaba buscando gente vacía para llenarla, la buscó pero estaban llenos y no pudo hacer nada. En Nazaret no pudo hacer nada porque estaban llenos de incredulidad; en Gadara sólo pudo libertar a un hombre y eso fue suficiente para que lo expulsaran de la región; en cambio, en Samaria le dijeron que se quedara, ellos lo retuvieron, y se quedó allí algunos días y sanó a los enfermos y obró maravillas.
 Hay los que están llenos de conceptos teológicos, de conceptos errados que provienen de gente espiritualmente muerta, de gente sin vida; y si alguien recibe aquello que viene de muerte, entonces quedara muerto. Aunque “la Palabra es viva y eficaz, y más cortante que toda espada...”, si alguien cierra su corazón no recibirá la bendición, pero si viene con sed de Dios, con mucho anhelo de que ocurra algo grande, porque los encuentros con Dios cambian y santifican, y uno no vuelve a ser igual.
 Moisés anhelaba más de Dios. “Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí… Te ruego que me muestres tu gloria. Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro... No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá... He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro” (Éxodo 33:15-23).
 El salmista dijo: “Irán de poder en poder; verán a Dios en Sion” (Salmo 84:7); no dice irán disminuyendo. A medida que van pasando los años y van envejeciendo los predicadores terminan sin mensaje, secos, como si no hubieran sido ungidos con aceite, ¿por qué? Porque llegó un momento en que creyeron que lo tenían todo, que no era necesario buscar a Dios.
 Otoniel el esposo de Acsa, hija de Caleb, “la persuadió que pidiese a su padre tierras para labrar…” (Josué 15:18, 19). Ella pidió tierras, pero también pidió fuentes de aguas; porque para qué tierras si no hay aguas. Y yo digo para qué un ministerio, para qué un cargo, si está muerto, si no hay agua; hay que decirle al Señor: “Dame también fuentes de aguas, no me dejes estéril, no me dejes muerto, no me dejes vacío, lléname Señor”.
 ¿Cuánta capacidad tiene de recibir y de retener? Hay los que no tienen capacidad de recibir, pero no tienen capacidad de retener. Pablo dice: “Estad firmes, y retened la doctrina” (2 Tesalonicenses 2:15). El Espíritu le dice: “Retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Apocalipsis 3:11).
 La Biblia nos habla de dos ciegos. “Y dos ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! Y la gente les reprendió para que callasen; pero ellos clamaban más, diciendo: ¡Señor... ten misericordia de nosotros! Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos. Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le siguieron” (Mateo 20:30-34).
 Los ciegos querían la bendición, ellos querían un toque de Dios, ellos estaban seguros que algo iba a pasar, ellos querían ver. Dios quiere ampliar su visión, Dios quiere que crezca, ¿cuánto quiere crecer? ¿Adónde quiere llegar? ¿Qué tan alto quiere llegar? Hay los que quieren bendición pero no tienen espacio, porque hay cosas en su corazón que no tienen que estar, hay que sacarlas si quieren la bendición de Dios. Dios les bendiga.

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